Relato:
Bendita brujería
« ¡Qué no se te caigan mis alfileres, ladronzuelo! », me
chilló la vieja bruja en su casucha cuando me devolvió ese muñeco de trapo
antiguo que me había agenciado de la finca de un rico vecino para venderlo
expresamente a esta hechicera. Pensé que iba a gozar de un buen dinero por esa
cosa, pero ahora veía que solo tenía entre mis pequeñas manos tantos pinchos
que me lastimaban.
Finalmente la mujer, levantó los brazos, miró al techo y cayó
de bruces al suelo. Allí tirada giró su demacrada cara y no pude resistir su
mirada satánica. « ¡Márchate, que ya te convertí en un niño bueno! », exclamó
con suave voz mientras se levantaba esbozando una sonrisa teatral. Sin
despedirme salí corriendo despavorido prometiéndome ir por el buen camino. Santo
remedio a mi niñez descarriada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario